domingo, septiembre 24, 2006
La Resistencia Civil y lo que hay detrás.
Más allá de los asuntos partidistas, de las campañas sucias, de las "llamadas al diálogo", de los programas de "análisis político" y de las críticas a todo lo que se relacione con la Resistencia Civil Pacífica, está el verdadero fondo: el despertar Ciudadano.
Se dice mucho en estos tiempos que el 2006 no es igual a 1988. La verdad es que hay similitudes y diferencias importantes.
Los aspectos parecidos son: el gobierno presidencialista, una elección de Estado, el fraude monumental, las instituciones podridas, la validación "legal" de la imposición, la protesta de la gente, la alegría de los poderes fácticos y la complicidad de la iglesia católica.
Las enormes diferencias: un candidato no sobornable, evidencias del fraude por todos lados, un gobierno débil y torpe, un presidente impuesto sin liderazgo, la cohesión de la izquierda y millones de gentes inconformes.
Nadie en su sano juicio puede negar el liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador. Es muy obvio que los ideales son los que le mueven y por eso es de un temple inquebrantable. Pero mucho más allá de un sólo hombre, están las multitudes a las que él contiene.
Lo más relevante de este momento histórico, es que muchos mexicanos hemos tomado conciencia de nuestro papel ciudadano y hemos decidido ejercerlo, aún en contra de quienes en otros momentos nos han intimidado con "el poder" y de aquéllos que han atropellado nuestros derechos, llevándonos a una quietud resignada.
En el 2006, la gente está dispuesta a seguir en la lucha civil pacífica y a no permitir que su voto sea burlado. Los pronósticos de los "poderosos" eran que "la turba" se cansaría en dos semanas, pero eso no ha ocurrido.
La Convención Nacional Democrática hace temblar a los poderes fácticos, no por López Obrador, sino por la gente que se ha involucrado y que no está dispuesta a ceder ni un paso.
La democracia a la que invocan los entronados, es simulada. Ellos dicen que son nuestros representantes, pero sólo representan sus propios intereses; ellos dicen que son servidores públicos, pero sólo sirven a los de arriba; ellos dicen que México es mejor y la realidad los contradice.
La verdadera democracia es el régimen en el que el pueblo asume su responsabilidad y exige ser escuchado y representado legítimamente. Es la forma en la que la mayoría decide el rumbo del país y no una partida de incompetentes ambiciosos que buscan un "hueso" y la efímera fama que les provee.
El país está atorado, dando vueltas en círculos y no es por lo que el gobierno dice, sino que se debate entre la vida y la muerte en una especie de fibrilación de Estado, en la que hay mucho movimiento, pero ineficiente. El país no late de manera sinérgica, sino anárquica. Por ello, es tiempo de desfibrilarlo y ponerlo en sintonía.
Este es el tiempo de los ciudadanos. Hagamos valer nuestro derecho.
Se dice mucho en estos tiempos que el 2006 no es igual a 1988. La verdad es que hay similitudes y diferencias importantes.
Los aspectos parecidos son: el gobierno presidencialista, una elección de Estado, el fraude monumental, las instituciones podridas, la validación "legal" de la imposición, la protesta de la gente, la alegría de los poderes fácticos y la complicidad de la iglesia católica.
Las enormes diferencias: un candidato no sobornable, evidencias del fraude por todos lados, un gobierno débil y torpe, un presidente impuesto sin liderazgo, la cohesión de la izquierda y millones de gentes inconformes.
Nadie en su sano juicio puede negar el liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador. Es muy obvio que los ideales son los que le mueven y por eso es de un temple inquebrantable. Pero mucho más allá de un sólo hombre, están las multitudes a las que él contiene.
Lo más relevante de este momento histórico, es que muchos mexicanos hemos tomado conciencia de nuestro papel ciudadano y hemos decidido ejercerlo, aún en contra de quienes en otros momentos nos han intimidado con "el poder" y de aquéllos que han atropellado nuestros derechos, llevándonos a una quietud resignada.
En el 2006, la gente está dispuesta a seguir en la lucha civil pacífica y a no permitir que su voto sea burlado. Los pronósticos de los "poderosos" eran que "la turba" se cansaría en dos semanas, pero eso no ha ocurrido.
La Convención Nacional Democrática hace temblar a los poderes fácticos, no por López Obrador, sino por la gente que se ha involucrado y que no está dispuesta a ceder ni un paso.
La democracia a la que invocan los entronados, es simulada. Ellos dicen que son nuestros representantes, pero sólo representan sus propios intereses; ellos dicen que son servidores públicos, pero sólo sirven a los de arriba; ellos dicen que México es mejor y la realidad los contradice.
La verdadera democracia es el régimen en el que el pueblo asume su responsabilidad y exige ser escuchado y representado legítimamente. Es la forma en la que la mayoría decide el rumbo del país y no una partida de incompetentes ambiciosos que buscan un "hueso" y la efímera fama que les provee.
El país está atorado, dando vueltas en círculos y no es por lo que el gobierno dice, sino que se debate entre la vida y la muerte en una especie de fibrilación de Estado, en la que hay mucho movimiento, pero ineficiente. El país no late de manera sinérgica, sino anárquica. Por ello, es tiempo de desfibrilarlo y ponerlo en sintonía.
Este es el tiempo de los ciudadanos. Hagamos valer nuestro derecho.