Si piensas...

Es muy fácil decir que Andrés Manuel López Obrador se volvió loco o más aún, que siempre ha estado loco; esto resulta irrefutable ante la evidencia de que siempre se ha opuesto a "las sacrosantas instituciones", que ha incendiado pozos petroleros, que sus colaboradores y excolaboradores han aparecido ante las cámaras llenas de humo haciendo cosas indebidas, que no tiene ninguna evidencia del fraude electoral, que financia el movimiento con el dinero abundante que le proveen los giros negros del D.F., los taxis piratas y los ambulantes.

Lo que "el Peje" debiera hacer, es aceptar que le ganaron limpiamente y reconocer a Calderón como presidente constitucional.

Esto resulta fácil, al igual que es sencillo decir que el país está en calma, que no hay crisis política, que las instituciones mexicanas son fuertes, que no hubo fraude electoral, que Chávez interviene en asuntos internos, que el grito sería en Dolores porque había grupos radicales en el Zócalo, que Mario Marín es inocente, que Ulises Ruiz tiene todo bajo control, que hoy México es mejor que ayer y que el gobierno del presidente Fox ha cumplido a los millones de pobres del país.

El problema que hay -a pesar de lo sencillo que es decirlo- es que todo lo anterior es falso.

El poder mediático que ha superado a cualquier otro en México, se ha encargado de producir una telenovela -la mejor que ha hecho- en la que le otorga una inmaculada reputación a aquellas instituciones y a los actores que las ocupan y que tradicionalmente han gozado del más grande desprestigio. Esta es la magia de la televisión.

Este asunto es un abuso desmedido, porque se manipula a la gente que no tiene la capacidad del pensamiento crítico, gracias al sistema educativo nacional.

De pronto, la siempre cuestionada justicia mexicana hoy es una institución respetabilísima; el fraude no es siquiera imaginable en un país como México, que se distingue entre los más corruptos en el mundo; el Presidente, abusando de su imagen de imbécil, es una blanca paloma incapaz de cualquier acto perverso; Marthita es una mujer caritativa; Abascal, que toda su vida se ha dedicado a explotar trabajadores, pasó de ser parte a ser juez en la Secretaría del Trabajo y ante sus amplios méritos, al edificio de Bucareli a ejecutar las órdenes de sus yunqueros jefes. Calderón, de ser un hombre gris, pasa a ser un gran líder de la noche a la mañana. Tras el agravio abierto en televisión y radio a López Obrador, ahora el PAN busca la reconciliación y el diálogo con el Peligro para México.

López Obrador, por otra parte, se ha convertido en la encarnación del mismísimo demonio. ¿Cómo se atrevió a decirle Chachalaca al Presidente de las tepocatas, las alimañas y las víboras prietas? Está loco, porque cerró Reforma, que afrenta gravemente a los regiomontanos. Anda rodeado de puros nacos pobres. ¡Qué bueno que no ganó, porque nos hubiera quitado nuestro refri! ¡Imagínate que no quiere que se privatice PEMEX! Así el país no va a progresar.

Ante todo lo anterior, resulta difícil creer la facilidad con la que se dicen las cosas. Si todo fuera como dicen, entonces surgen una serie de preguntas:

¿Porqué le interesa tanto a Calderón el "diálogo" con López Obrador?

¿Cómo es que el TRIFE admite tantas inconsistencias?

¿Qué fué lo que hizo que los efectos se manejen como causas?

¿ A qué hora las víctimas se convirtieron en victimarios?

¿Cuándo cambió México hasta ser indistinguible de Noruega?

¿Porqué el candidato ganador de la contienda electoral tiene que andar a salto de mata, mientras el perdedor está rodeado de millones de personas?

¿Cómo es que en la tele sólo pasan las opiniones favorables al PAN y nadie está de acuerdo con López Obrador, mientras en las calles hay tantos que lo siguen?

¿Porqué es malo que Andrés Manuel sea proclamado Presidente Legítimo, si ganó la elección?

¡Hay tantas incongruencias!

¿Cabrá la posibilidad de que todo esto sea producto de una falacia mediática?

¿Dónde está la capacidad de análisis?

Lo lamentable, es que quienes desconocen las respuestas a estas preguntas, han cometido el pecado de la ignorancia, pero además están felices de haberlo hecho.

¡Viva Foxilandia!